Imagen: AFP
Con
más datos escondidos bajo la mesa que los expuestos sobre la misma,
Nicolás Dujovne y Federico Sturzenegger dejaron entrever, entre pliegues
discursivos, el sendero que le fijó el Fondo Monetario al gobierno de
la Alianza Cambiemos hasta el fin de su mandato. En esa proyección, los
primeros seis meses vendrán teñidos por una inflación fuerte, dólar en
alza y un estancamiento económico con tendencia a la recesión. Para
2019, la meta de reducción del déficit fiscal es ambiciosa, que es lo
mismo que decir que el ajuste será brutal. Este es el costo que el
gobierno decidió pagar para lograr un “blindaje” de 55.650 millones de
dólares que intente preservarlo de los desequilibrios externos y de
acontecimientos climáticos locales. Contra los errores propios del
gobierno, el mecanismo de preservación es un monitoreo permanente del
FMI.
Desbordado por una sangría externa de dólares imparable (fuga de
capitales, déficit en las balanzas comercial y de turismo, intereses de
la deuda), que en los primeros dos años había compensado con
endeudamiento creciente, el gobierno de Mauricio Macri se encontró, al
tercer año, con que había perdido la rueda de auxilio de los préstamos
externos. Agotados los instrumentos propios de contención, el Poder
Ejecutivo optó por el remedio sugerido por los propios capitales
financieros que habían iniciado su huida: recurrir al Fondo.
El costo político puede ser grande, pero las anteojeras ideológicas
del gobierno no le permiten reconocer otra opción. Los “mercados”, un
equipo que para Argentina está integrado por JP Morgan y diez más, le
“perdieron la confianza” al gobierno de Macri, o más precisamente a su
capacidad de repago de los compromisos financieros. Y le recomendaron
recurrir al único pariente con espaldas anchas para devolverle, aunque
sea por un tiempo breve, esa confianza: el organismo que dirige
Christine Lagarde.
El acuerdo prevé un “blindaje” de 50 mil millones de dólares
aportados por el FMI más otros 5650 millones por aportes del Banco
Mundial, el BID y la CAF (Corporación Andina de Fomento), con el fin de
restablecer la confianza perdida y detener así la fuga. A Fernando De la
Rúa, en 2001, el mecanismo de “blindaje” no le funcionó (entonces era
de 40 mil millones de dólares). También continuarán los tarifazos,
porque el gobierno estará obligado a no correrse de las estrictas metas
de reducción del déficit primario, para no dejar de cumplir con el
déficit financiero (pago de intereses de la deuda), aunque este último
siga creciendo.
¿Qué puede pasar con el dólar? Con el blindaje ya acordado, hoy
mismo el Banco Central debe desactivar el muro que suponía establecer un
tope de 25 pesos al dólar mayorista. De algún modo, para que el
programa sea sustentable debe reducir la sangría de dólares al exterior
(el desequilibrio en cuenta corriente de la balanza de pagos superó los
47 mil millones de dólares el año pasado, este año apuntaba a ser
mayor), y sin regulaciones (ni cepo), el único mecanismo es el dólar
“recontra alto”. En consecuencia, con dólar en alza y tarifazos, ¿a
cuánto puede subir la inflación este año? Por algo será que el Banco
Central le dio licencia a las metas de inflación hasta 2019, mientras
Dujovne prefirió ahorrarse los pronósticos.
Con inflación elevada y paritarias de 20 por ciento (con el ajuste
salarial de 5 puntos adicional anunciado por el ministro), la otra
consecuencia inmediata será la caída de la actividad económica. Dujovne
dijo que, en una hipótesis “moderada”, el crecimiento sería este año del
0,4 por ciento. Podría terminar resultando la hipótesis más optimista.
Fuente:Pagina/12
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