Christine Lagarde, directora gerente del FMI.
Los
herederos no sólo reciben bienes y derechos, sino que son notificados
por las obligaciones (deudas) del testador. El problema aparece cuando
los pasivos superan con creces a los activos, algo que parece aplicarse
en la actualidad a nuestro país.
Éste no siempre fue el caso, ya que la anterior gestión dejó
la conocida “tierra de oportunidades” (promocionada ante los inversores
al inicio de la gestión macrista). Sin embargo, el actual gobierno ya
le está haciendo pagar a la ciudadanía los términos de una dura hipoteca
financiera, desembarco del FMI mediante. Una “pesada” herencia en
vida.
Haciendo foco en las finanzas públicas, cabe considerar algunos de
los números que provee el FMI, que dan cuenta de la compulsión por la
toma de préstamos. Si a fines de 2015 la deuda pública representaba el
52,6 por ciento del PIB, en tres años el indicador pasó al 78 por
ciento, un aumento de 25 puntos porcentuales. Pero no sólo aumentó la
deuda, sino que también lo hizo la parte que está en dólares: una
fragilidad adicional, dada por el impacto que tienen las variaciones del
tipo de cambio.
Según los números del FMI, el déficit financiero del sector público
(que incluye los intereses) cerrará este año en el 5,7 por ciento del
PIB, casi el mismo que ellos estimaron para 2015. Si bien otros cálculos
ubican el valor de 2015 por debajo, utilizamos el del FMI al solo
efecto de mantener la homogeneidad. El déficit primario pasaría del 4,4
al 2,6 por ciento. La conclusión es elocuente: la situación fiscal no es
mejor con el actual gobierno, pero lo que sí ha cambiado es la
distribución de los recursos fiscales, menos déficit primario pero
muchos más intereses. Los acreedores son los privilegiados.
El FMI señaló en su segunda revisión del acuerdo (11 de diciembre)
que la dinámica de la deuda en el escenario base es “benigna” y que la
deuda caería, según la consolidación fiscal planeada, a menos del 60 por
ciento del PIB en 2023. Significa que, como mínimo, habría que pasar
por un camino de cinco años más de duro ajuste y reformas estructurales,
y recién ahí se llegaría a niveles de deuda similares a los de 2015.
Los herederos no estarán muy agradecidos.
Peor aún así, como dice el Fondo, “la deuda es sostenible pero no con
una alta probabilidad”. Entre los riesgos menciona: “el tamaño de las
necesidades financieras bajo escenarios de estrés”, situaciones que más
que la excepción, suelen ser la norma. O “el hecho de que la
consolidación fiscal es ambiciosa”, lo que afecta la actividad, la
recaudación, y la capacidad de repago. En este tipo de escenario, más
factible, la fragilidad es inocultable. Esto es lo que en gran medida
está reflejando el avance del riesgo país, que ya descuenta las
dificultades financieras futuras.
La apuesta del FMI es clara y pasa por apuntalar al gobierno para que
prolongue las actuales políticas por otros cuatro años. La elevada
exposición del organismo, cuyos balances mostraban que un 30 por ciento
del total de desembolsos está hoy en día colocado en Argentina, ratifica
esta afirmación. Tampoco ayuda el escalonamiento temporal: el 90 por
ciento de los fondos comprometidos del programa (revisado) se habrán
hecho efectivos entre 2018 y 2019. Después, poco y nada.
Pero a partir de 2021 comenzarán las amortizaciones de los préstamos
del programa del FMI, unos 3661 millones de dólares, que subirán a 20
mil millones en 2022 y a 22 mil millones en 2023 (los años de mayores
amortizaciones), para terminar de cancelarse el préstamo en 2026. A este
cálculo hay que agregarle otros vencimientos de deuda pública externa
por 37 mil millones de dólares en 2022 y 28 mil millones de dólares en
2023. ¿Calcularán los funcionarios del Fondo que el país podrá abordar
semejantes pagos?
Las políticas ya se expresan en un fortísimo ajuste y el gobierno
trata de ir por más. El panorama es de lo más complejo habida cuenta de
los montos de deuda involucrados, que impactarán además a la hora de
tomar decisiones soberanas. Por eso, es imprescindible no validar la
continuidad de la actual gestión por cuatro años más. Hay que volver a
instalar un modelo que no esté basado en la deuda y el ajuste, sino que
trabaje por el bienestar de las mayorías y el crecimiento económico.
* Presidente Partido Solidario.
Fuente:Pagina/12
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